jueves, 25 de abril de 2013

¿El clítoris nos libera y el Punto G nos condiciona?



Durante la Caza de Brujas, un clítoris grande era el símbolo del demonio. En 1865 el doctor Baker Brown recomendaba la extirpación del clítoris para curar la locura. Cientos de mujeres siguieron su consejo. Freud consideraba que las mujeres que no llegaban al orgasmo con la penetración vaginal eran frígidas e inmaduras y que debían seguir terapia. Actualmente sigue habiendo mutilación genital (en España también, y no sólo del clítoris, hay médicOs millonariOs que operan los labios vaginales a pacientAs).

Desde que profesionales de la sexología como Kinsey, Johnson y Masters y, por supuesto, la grandiosa Shere Hite pusieran de manifiesto que, mayoritariamente, a las mujeres les gustaba más la estimulación del clítoris, se custionó el modelo coitocentrista y heterocéntrico.

En su momento estuvo muy bien, porque era una manera de decirles a muchos varones, -demasiado obsesionados con la penetración y con las películas porno como documental científico-, que las mujeres, al menos físicamente, no tenían su fuente de mayor estimulación en el canal vaginal.  Y que hay otros centímetros de piel, que las fantasías eróticas nos abren el maravilloso órgano sexual del cerebro, etc.

De hecho, desde el punto de vista de la reivindicación política del feminismo de descoitalizar las relaciones, el punto G fue un retroceso. Porque era como volver a decir que sí, que la penetración era lo que más nos gustaba para llegar al orgasmo. Que no había que estimular el clítoris. Y es que –supuestamente-, el punto G es un granito que está a unos dos o tres centímetros dentro de la entrada del orificio vaginal.

En aquel momento aun no estaba extendida la Teoría Queer, la ruptura de las categorías de la heterosexualidad normativa, el postporno, los cursos de eyaculación femenina, los arneses y los dildos para las performances. Realmente se asimilaba penetración a hombre heterosexual.

Me preocupa que se vea el punto G como la solución definitiva para llegar al orgasmo con el pene de tu pareja, que las chicas (sobre todo jóvenes) lo quieran ver así. Quizá el error sea asociar penetración a mandato patriarcal. También puede haber penetración con dedos, con juguetes, a solas, con chicas...

Es curioso cómo se plantea una dicotomía entre el clítoris y punto G que no existe.


Dibujo del clítoris entero, en toda su extensión


Helen O´Connel, la doctora que volvió a estudiar la anatomía del clítoris, descubrió que éste tenía unos 8-10 centímetros de longitud. Sus bulbos quedan muy cerca del canal vaginal, por eso hay mujeres que con la penetración pueden llegar al orgasmo. Ella afirma que en ninguna incisión se ha visto el órgano llamado punto G. En el documental En busca del punto G, la doctora Burri, que había investigado a gemelas idénticas, vio que la percepción de tener punto G era subjetiva. Siendo su cuerpo igual, algunas hermanas decían tenerlo y otras no. Mi opinión es que es una zona de nervios que queda muy cerca del clítoris, que podría incluso considerarse parte de él. Vamos, que no hay orgasmos diferentes, sino formas de estimulación diferente.

Hay gente a la que le es placentero dicho punto y gente a la que no. Pero convertir la búsqueda de un orgasmo por medio de su estimulación en un reto obsesivo es absolutamente contraproducente. Por eso estos grupos de nervios tienen sus detractoras. Hay que entender que en su  momento la reivindicación del clítoris fuera clave y que entonces la del Punto G desempoderara. Si ni siquiera ahora lo ven como debiera ser, una opción personal, sólo de pareja cuando tú lo decidas así ... 

Adelanto del artículo sobre "Roles de género en las relaciones sexuales del s. XXI" que publicaré próximamente

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